Las vacaciones de Jack the Lad
El viernes fui a Tenerife: una oferta de Ryanair, un vuelo de ida y vuelta para un fin de semana por 30 libras anunciado en The Sun. Fui con mis amigos Darren y Shane y, naturalmente, dejamos a las novias en casa. El vuelo fue muy entretenido. Bebí un par de cervezas y hablé con una azafata muy guapa llamada Lisa. Al final, me dio su número de teléfono. ¡Bingo!
En Tenerife hacía mucho calor. Nada más llegar, me puse unas bermudas, una camisa Ben Sherman, mi gorra Burberry’s, y mis Rayban, y los tres fuimos a la playa. En la playa había muchas chicas guapas. Darren, que es un poco tímido, bastante gordo, y algo feo, se quedó en el bar viendo Sky TV. Shane y yo conocimos a dos chicas de Liverpool -Sarah y Tamara- muy guapas y simpáticas, y las invitamos a tomar unas copas. Ellas bebieron mucha sangría con nosotros, pero al final se despidieron diciendo que iban a ver a sus novios. La cuenta fue de 200 euros, que pagué yo porque Shane había olvidado la cartera en el hotel.
Por la tarde volvimos al hotel, nos duchamos y nos vestimos para salir por la noche. Antes de vestirme tuve que ponerme crema porque tenía la espalda quemada y me dolía mucho. Sin embargo, después de tomar una cerveza en la discoteca Scorchers, la espalda no me molestaba tanto. Tomé otras cuatro con Darren, en la barra, mientras Shane bailaba. Al final me aburrí de Darren, que hablaba todo el tiempo de fútbol, y fui a la pista para bailar también. Para mi sorpresa, Shane no estaba allí, así que bailé yo solo. A la media hora, me cansé y fui a buscar a mis amigos, pero no los encontré.
Salí a la puerta pero tampoco estaban allí, así que decidí volver al hotel. Me perdí. Borracho, cansado, con la cara y la espalda del color del tomate, me acosté en un banco en un parque, y me cubrí con unos periódicos. Una voz me despertó. Era un policía que me preguntó el nombre de mi hotel. No podía recordarlo. Alguien me había robado la cartera, y no tenía dinero ni la tarjeta del hotel. El policía me llevó a la comisaría, me dio un café, y me dirigió a una celda.
Por la mañana me desperté aturdido. Otro policía, muy amable también, me dio otro café. Afortunadamente, me vino a la cabeza el nombre del hotel, el Costa Quemada. Allí encontré a mis buenos amigos Shane y Darren. Habían visto en la discoteca -qué casualidad- a Sarah y Tamara, y salieron con ellas a dar un paseo por la playa. Cuando volvieron no me encontraron. “¡Nos lo pasamos muy bien!”, me dijeron, entre risas. “¡Tenías que haber estado con nosotros, Jack!”
Me pasé el resto del fin de semana en el hotel, descansando. Darren y Shane salieron con las chicas, que al parecer ya no tenían novio.
Volví a Londres el domingo por la noche, muy cansado. El lunes tenía que trabajar. En el trabajo todos me preguntaron si había tenido un buen viaje. Yo dije: “Sí, claro, fenomenal”, sonriendo, pero realmente pensando que fue un viaje un tanto caro y accidentado. Para compensar el infortunio, tenía el teléfono de Lisa, la azafata. Mientras almorzaba, marqué el número -020 8123 456- pero para mi gran sorpresa no existía.
Por la noche volví a casa y Louise, mi novia, no estaba. Había una nota: “Estoy en la discoteca con mis amigas; voy a volver un poco tarde. No me esperes”. No había cena. Llamé por teléfono a Domino’s, pedí una pizza, la tomé con cuatro cervezas, y me acosté. Estaba muy cansado después del primer día de trabajo. Afortunadamente pronto sería Semana Santa y podría ir de vacaciones otra vez.