Las últimas cenas
Los prisioneros condenados a la pena capital en Estados Unidos son conducidos al corredor de la muerte con la certeza de que van a ser ejecutados, pero la incertidumbre de no saber exactamante cuándo: el periodo de estancia allí puede ser muy largo. Inicialmente esta espera se debía a la necesidad de las autoridades de asegurarse de que había tiempo suficiente para posibles recursos, pero cuando un prisionero aguarda la ejecución durante 5, 10, 15 o incluso 39 años (el caso de Thomas Knight), el castigo añade la severidad de una cadena perpetua a la de la pena de muerte.
Antes de la ejecución los prisioneros pueden elegir una última comida, un ritual que, junto con la asistancia de un consejero espiritual para aquellos que lo desean, aparentemente significa que los condenados reciben un trato humano, al contrario que sus víctimas. El fotógrafo neozelandés Henry Hargreaves recreó y retrató los menús que pidieron algunos presos notorios. Son en su mayoría alimentos reconfortantes de poca sofistificación, con abundancia de frituras, carne, lácteos y dulces, entre el menú de restaurante rápido y barato y la comida dominical de un hogar tradicional. Un último placer para despedirse del mundo, la última gracia concedida por el sistema penitenciario- o quizás también un último recordatorio de las bondades del mundo de las que va a ser bruscamente privadas el reo.
Ángel Nieves Díaz, de 55 años, de Florida. Fue condenado a muerte por asesinato, secuestro y robo a mano armada. Fue ejectutado con una inyección letal. No quiso una última comida. Se le sirvió la última comida tradicional, pero también la declinó.
Ted Bundy, de 43 años, de Florida. Fue condenado por 23 asesinatos y el método de ejecución fue la silla eléctrica
No quiso una comida especial; se le sirvió el menú especial tradicional: filete de ternera (poco hecho), huevos fritos (poco hechos), frituras de patata, tostada con mantequilla y mermelada, leche y zumo de naranja.
Timothy McVeigh, de 33 años, de Indiana. Fue condenado por 168 muertes resultantes del atentado de Oklahoma. El método de ejecución fue la inyección letal.
Sólo pidió 1 kilo de helado con trozos de chocolate.
John Wayne Gacy, de 52 años, de Illinois. Fue condenado por 33 asesinatos. El método de ejecución fue la inyección letal.
Pidió un menú de 12 gambas fritas, un cubo de pollo frito KFC, patatas fritas, y medio kilo de fresas.
Stephen Wayne Anderson, de 49 años, de California. Fue condenado por 7 asesinatos. El método de ejecución fue la inyección letal.
Pidió un menú de dos sandwiches de queso fundido, puré de maíz y maíz en grano, medio kilo de queso fresco, rábanos y pastel de melocotón.
Ronnie Lee Gardner, de 49 años, de Utah. Fue condenado por 2 asesinatos. El método de ejecución fue el fusilamiento. Su última comida fue cola de langosta, filete, pastel de manzana, y helado de vainilla. La disfrutó viendo la trilogía de El Señor de los Anillos.
Teresa Lewis, de 41 años, de Virginia. Fue condenada por asesinato. El método de ejecución fue la inyección letal. Su última comoda fue pollo frito, guisantes con mantequilla, pastel de manzana y un Dr. Pepper.
Allen Lee Davis, de 54 años, de Florida. Fue condenado por 3 asesinatos, y ejecutado en la silla eléctrica. Pidió cola de langosta, gambas fritas, almejas fritas, patatas fritas y pan de ajo.
Victor Feguer, de 28 años, de Iowa. Fue condenado por secuestro y asesinato. El método de ejecución fue el ahorcamiento. Sólo pidió una aceituna con hueso, con la esperanza de que algún día nacería un olivo de su tumba como una señal de paz.
Fotos cortesía de Henry Hargreaves. Foto de portada de pixabay.com (Marcello Rabozzi).